Edmund Tarbell

Si deseas comprender la vida, deja de creer lo que la gente dice y escribe y, por el contrario, observa y piensa. (Anton Chéjov)
La vida es fascinante, sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas. (Alexandre Dumas)
Es curioso que la vida, cuanto más vacía es, más pesa. (León Daudi)


miércoles, 4 de junio de 2008

MADRE TITULADA

1er. Premio Concurso Poesía 25/02/2013 Junta Andalucía de Jaén
Óleo de Breton





















Recuerdo una noche, que viendo un debate por televisión relacionado con el rol que la mujer había desempeñado en el xiglo XX y en el que participaban mujeres de diferentes escalas social y cultural, llamó mi atención y me sublevó, según lo estaba escuchando, ver como se les calificaba despectivamente de “marujonas”, a tres de las que compartían el plató.  Estas eran mujeres sencillas, que nunca pudieron pensar en sí mismas. Mujeres que habían llevado una vida dura de trabajo y sacrificio, con tal de que el día de mañana sus hijos estuviesen cualificados para adquirir una posición, que ni siquiera en sueño imaginaron para sí mismas, y que, como muchas otras, fueron castigadas por una educación sexista y una miseria económica, que les obligó a trabajar antes de abandonar la niñez y que, en muchos casos, ni siquiera llegaron a pisar un colegio.
Al cabo de los años, estas mujeres, sumergidas en una sociedad de consumo y competitividad en la que nacieron sus hijos, se las vieron y se las desearon para darles una amplia educación y una vida lo más confortable posible. Actualmente, todas ellas ya mayores, cansadas y solas, son mayoría en las clases para adultos.
A la mañana siguiente, lo primero que hice fue sentarme ante el ordenador, y comenzar a escribir lo que había estado pululando en mi mente durante toda la noche.
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MADRE TITULADA

El día que me casé que ilusionada yo estaba.
Entré feliz en la iglesia,
a todos yo sonreía.
Inmaculado el tul del velo que me cubría.
Mi virginidad intacta, tal como se nos exigía.

Después en la noche de boda, que extraño aquello me fue,
y eso que unos días antes a mi madre pregunté:
“Mamá, en esa noche de boda, dime: ¿Que debo yo hacer?”
¡Nada, niña! ¡Que una mujer con decencia
de eso nunca ha de saber!"

Y como no supe nada.
al mes siguiente preñada y al año volví a caer.
Siguieron los embarazos, parir una y otra vez.
mis pechos amamantando, y después de un descanso,
¡Vuelta a parir otra vez!

¡Cuántas noches sin dormir!
¡Cuántos problemas agobiando!
El dinero no llegaba,
todos los meses contando.

¡Que no les falte nada a mis hijos!
¡Que estén bien alimentados!
Buenos filetes de carne, huevos, jamón y pescados,
de vez en cuando vitaminas y cucharadas de calcio,
¡que hay que ver como crecían!
¡Daban gloria contemplarlos!

Que vistan bien, a la moda,
a poder ser los zapatos y también la cazadora,
de las marcas que se anuncian en la tele a todas horas.
Que puedan siempre estudiar lo que yo nunca he estudiado,
y además: yudo, inglés, informática y piano.

Que los dientes de Julito parecen que están torcidos,
que los pies de Guillermito me han dicho que son muy planos,
que la niña, la pequeña, tiene algunas dioptrías,
que Luisito juega sólo ¡al psicólogo enseguida!

Y así, entre ortodoncia, plantillas, psicólogo y lentillas,
me iba de noche a la cama siempre sumando y restando,
intentando que llegase para todo
y el dinero, como siempre, no llegando.

Ahora ya, con el paso de los años mi cuerpo está cansado.
Mis cabellos han blanqueado,
mi piel reseca se arruga,
mi cintura ha engordado,
y cada vez más la artrosis la vida me está amargando.

Me deprimo muchas veces,
duermo mal, me siento sola, tengo el colesterol alto.
De noche pienso en mis hijos:
¿tendrán problemas? ¿serán felices?
Seguro que me lo ocultan y están sufriendo por algo.
¡Estoy tan orgullosa de ellos!...

¿Sabéis lo que al país esta madre ha aportado?
Un médico, un fontanero, un político, una azafata de vuelo,
más también, un abogado, un pintor y además, un empresario.
Y aunque ya no están conmigo, aún así sigo luchando.

¿Que creéis que hago ahora?
Voy a clase.
Quiero sacar el Graduado,
Para que estén orgullosos de mí y nunca me den de lado.
Porque ya les oí decir:
“¡Por Dios mamá!
Contigo sólo se puede hablar de la carne o el pescado,
de si sube la ternera o si baja el lenguado.”

Por eso estudio las mate, la geografía, 

la historia, y también algo de idioma.
Ya hago regla de tres y soluciono un quebrado
con tanta facilidad como me preparo un caldo.
Eso sí, me lo quito de dormir, no crean, me falta tiempo,
tengo siempre que cuidar de dos, tres o cuatro nietos.
¡Pero que satisfacción cuando saco un aprobado!

Y nos llamáis con desprecio “marujonas”...
Y os reís de nosotras por lo bajo.
Nos consideráis incultas, como seres secundarios.
Ya sé que tenéis estudios y estáis muy bien preparados
y que el mérito es vuestro porque habéis estudiado.
Por supuesto. ¿Quién discute lo contrario?

Pero no olvidéis muchos, que si habéis llegado alto,
también estas “marujonas” en ello han colaborado.
Que nosotras como madres para sacaros adelante,
¡Anda, que no hemos estudiado!
Y nadie nos dio un diploma ni un título ni una orla,
que pueda atestiguarlo.

Sin embargo...
¿Queréis que os diga una cosa?
Que no hay título más bello, más importante y más grande,
que el que nos dais vosotros cuando pronunciáis:
¡Madre!

           Maite García Romero