Edmund Tarbell

Si deseas comprender la vida, deja de creer lo que la gente dice y escribe y, por el contrario, observa y piensa. (Anton Chéjov)
La vida es fascinante, sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas. (Alexandre Dumas)
Es curioso que la vida, cuanto más vacía es, más pesa. (León Daudi)


lunes, 16 de julio de 2007

EL VÉRTIGO DEL SILENCIO


















!Basta! ¡No puedo más! Me ahogo.
Quiero salir de este infierno de cólera y celos
que me arrastra por pasadizos de inmundicias
y mutila mi alma atormentada.
Quiero hallar un claustro consolante.
Quiero llegar a la patria de los muertos.

Has sesgado mi vida con la guadaña de la falacia,
me has hundido en la miseria de los sentimientos más degradantes,
mis últimos anhelos se desvanecen en esta realidad
hermana de la muerte.
¿Sabes quien comparte mi cama y se revuelca con tal ardor que me provoca el llanto?
El despecho.
Sí, querido, ese es ahora mi amante.

Ese es el que me acoge en sus brazos ebrios
y besa mi garganta con fuego delirante.
El que con aliento apestado me obsequia con ridículas quimeras
que me sirven de bálsamos,
el que muestra sin ningún pudor mi desamparo;
mi alma descarnada, mi cuerpo que envejece.

El que después de un acto apasionado restablece mis fuerzas
con el falso alimento de un recuerdo endulzado.
Has abusado de mi debilidad, de mi inocencia.
Tu lava envenenada desgarra el gran vacío de mi mundo
y quema mis entrañas con la furia del veneno.
¿A causa de qué merezco esta condena?
¿Este abandono? ¿Esta deslealtad?

Creí haber hallado el germen que causaba mi razón de vivir
y me encuentro traspapelada en el cajón de la impiedad.
¿Por qué?
Y sigo sintiéndome esclava.
Y sigo sintiéndome prisionera de mi maldito tiempo.
Las olas de mi amargura se rompen en gritos desgarradores de súplicas.
Mi vida está gastada.
La traición ha roto mi última atadura con la tierra.

¡Qué espantosa realidad!

Y sé que debería levantarme y poner rumbo a otros puertos
de amaneceres mansos en el que mis ojos cansados vuelvan a brillar.
Y que debería doblegar mi alma atormentada
y correr en demanda de placer.
Pero, ¿cómo puedo pretender amar si estoy en el infierno?...

          Maite García Romero

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Ufff, que desgarradora, me ha impactado.