Edmund Tarbell

Si deseas comprender la vida, deja de creer lo que la gente dice y escribe y, por el contrario, observa y piensa. (Anton Chéjov)
La vida es fascinante, sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas. (Alexandre Dumas)
Es curioso que la vida, cuanto más vacía es, más pesa. (León Daudi)


domingo, 15 de julio de 2007

REÍR A LA VIDA

Joaquín Sorolla

















Quiero reír a la vida,
quiero reír y riendo
no daré paso ni entrada
a los tristes pensamientos.

Quiero reír con los niños,
quiero contagiar a los serios,
quiero que mi risa sea
para muchos un consuelo.

Quiero reírme de mí

y de angustias estaré exenta,
no quiero ser la mejor
sólo quiero estar contenta.

Quiero reír a las flores,
quiero reír como el viento,
quiero encontrar en la vida
sólo su lado más bello.

Y si mi risa se apaga
y oscuro todo lo veo
elevaré la mirada
y podré seguir riendo.


Maite García Romero

(28-II-1987)

..

VIVIR, SOLAMENTE VIVIR

Óleo de Yonathan Sadowski

















Nací en la incertidumbre de un tiempo empobrecido que despierta
entre un cielo confuso y una tierra famélica.
En muy temprana hora con sigilo de sombra que se arrastra
fui agredida por el mal que espoleó mi cuerpo
y secuestró la risa de mi infancia.

Qué cosecha de miedos, de llantos, de agonías.
¡Dios que terrible aisl
amiento!
¡Que soledad infinita!

Mi anhelo era cruzar las nubes oscuras del dolor
y escuchar el encanto de un sonido que me invitara a jugar.
Deseaba corretear, brincar, retozar bañada por el sol.
¡Deseaba con todas mis fuerzas vivir!

Cien reptiles adormecidos despiertan en mi mente adolescente
enarbolando guirnaldas de fobias, remolinos de ansiedad.
El volcán del pánico me apresa;
los escrúpulos me ahogan;
la obsesión mordiente me atormenta.

No hay pausa

Me aplasta la impotencia,

no puedo levantarme,
mi vida se retuerce en la desesperanza.

Necesité de años para hacer tan gran camino.
Escalé y descendí por estados de ánimos,
retiré piedras frías por el miedo,
arranqué malezas, raíces, espinos.
sorteé mil obstáculos del pensamiento.

Y seguí andando.

Seguí esgrimiendo mi espada,
seguí tremolando mi empeño
en los más difíciles nudos de combates.

Y así me deslicé en silencio por un camino franco,
serena, curtida, sin temer ser herida.
La tristeza se rindió por fin al optimismo,
la obsesión se diluyó al alba,

los disturbios fueron barridos por el aire manso.

Y empecé a envolverme en sedas de alegría,
a maquillarme con el conocimiento de ser madre.
Admiré los cielos deslumbrantes sin nubes de tristeza
y en la quietud del otoño un día escuché mi risa
y otro día escuché mi voz,
que desde el principio había sido llanto.

        

 Maite García Romero
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